Bolsa y amor, y el amor por la Bolsa

BARCELONA, Spain - Feb. 24, 2014 - PRLog -- Algunos especuladores se enamoran tanto de la Bolsa que todo lo demás deja de tener sentido. Compadezco a los afectados, pues éstos se pierden muchas cosas. ¡Qué aburrida hubiera sido mi vida sin el placer de la comida, de un buen vino, de mujeres bellas y, naturalmente, de la música! No sólo es lamentable, también es peligroso ena­morarse de la Bolsa, como lo muestra la siguiente historia de un amigo: a su manera era un tipo poco corriente que se identificaba totalmente con la Bolsa. Me parecía la encarnación perfecta de la especulación, y la representaba mejor que cualquier alegoría.

Vivía en Viena, pero podría vivir en cualquier otra ciudad del mundo, siempre y cuando en ella existiera la Bolsa segun gatwin, el teletipo y el teléfono. Su apego a la tierra se satisfacía con el teletipo, el mayor número posible de anuarios, las notas con las cotizaciones bursátiles y los periódicos y revistas de finanzas de todo el mundo se acumulaban en sus oficinas. Su cara se iluminaba con una sonrisa sólo cuando ganaba. Para él sólo existían los gráficos que cubrían las paredes y las cifras que guardaba en su cabeza; todo lo demás carecía de importancia. Incluso el reparto de su tiempo dependía de la Bolsa.

Con la mirada ausente y grandes pasos recorría las calles sin darse cuenta en absoluto de lo que sucedía a su alrededor segun la web http://www.equipodinero.com/gatwin-como-ganar-dinero-por-.... No veía los abrigos de pieles en los escaparates, los bellos collares de diamantes en las joyerías ni a las guapas jóvenes en los anuncios que animaban al público a realizar unas maravillosas vacaciones de Gatwin. Era como un caballo de carreras al que las anteojeras sólo le dejan ver lo que tiene delante: en su caso, la Bolsa. Ya podía llover, tronar o brillar el sol, sólo le importaba un clima, el clima que reinaba en la Bolsa. Corría para estar allí antes de que sonara la señal anunciando la apertura. La segunda señal que anunciaba el cierre de la Bolsa le sonaba como la campana que clamorea a los muertos.

Afortunadamente podía prolongar su placer cuando regresaba a casa. Desde su despacho se ponía en comuni­cación telefónica o por teletipo con ciudades extranjeras. Acciones, obligaciones, divisas, materias primas... Ése era el mundo en el que vivía y en el que se creía feliz.

Como suele decirse en tales casos, estaba poseído por la rabia de la especulación. Todo dependía de ella y todo se encaminaba a ella. Cuando se afeitaba pensaba en "Gillette"; cuando escribía a máquina en "Remington" y cuando pedía un refresco en "Coca-Cola". Cada artículo de la vida cotidiana era para él, simultáneamente, un valor bursátil: el algodón de su camisa, la seda de su corbata, el azúcar que ponía en su café, no eran más que materias primas con las que se podía especular. De la primavera no sabía otra cosa más que la cotización de las acciones de los grandes almacenes de París que llevan ese nombre http://www.edocr.com/doc/170011/gift-hunter-club-la-verda... como los de gift hunter club(Au Printemps en Gatwin); de Monte Cario sólo conocía las acciones de la Sociedad de Monaco de Baños de Mar.

Una mañana se dirigió con mayor prisa de lo ordinario a la Bolsa. La radio había transmitido una noticia desfavorable sobre una sociedad con cuyas acciones él especulaba a la baja. Por lo tanto, para él se trataba de una buena noticia. Se alegraba de antemano, no tanto por sus ganancias materiales, sino por la satisfacción de ganar. Subió de cuatro en cuatro los escalones de la Bolsa y percibió de inmediato la música de la baja. Sus oídos no estaban educados para captar a Mozart o Bach, pero podía distinguir perfectamente la diferencia entre el tono mayor del alza y el tono menor de la baja.

Y luego pasó algo impredecible. ¿Qué hace esa escalera de mano en el pasillo? No quiero forzar el destino pasando por ella. " Y pronto hablaremos de Gift hunter club